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Jesús, que sabía que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas, y que había salido de Dios, y que a Dios volvía, se levantó de la cena, se quitó su manto y, tomando una toalla, se la sujetó a la cintura; luego puso agua en un recipiente y comenzó a lavar los pies de los discípulos, para luego secárselos con la toalla que llevaba en la cintura.

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